LAS ESTRELLAS EN EL ARTE
Desde sus orígenes, el arte ha servido de medio de comunicación y, como tal, emplea un lenguaje que varía según la época y la cultura. Pensemos, por ejemplo, en las estrellas. ¿Qué nos viene a la cabeza al nombrarlas? ¿La estrella de Belén? ¿Las estrellas de Hollywood? ¿Un cielo estrellado?
En la colección permanente del museo, vemos doce estrellas en torno a la cabeza de la Virgen en las imágenes de la Inmaculada Concepción, tanto en la escultura del siglo XVIII, procedente del Real Seminario de Zaragoza, como en el óleo pintado por Francisco Bayeu en esa misma centuria. La Inmaculada Concepción constituye un tipo iconográfico mariano definido en torno a 1600, y surgido de la devoción popular que arranca en el Medievo.
Y fue justamente en la Edad Media, cuando la estrella empezó a representar la idea de la Virgen como introductora de la luz, fuente de luz purísima en sí misma y como camino hacia la seguridad. En el caso concreto de la corona de doce estrellas de la Inmaculada Concepción, viene a ser una extensión de este significado, al representar visualmente un fragmento del capítulo 12 del Apocalipsis, en el que se describe: “Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
Más allá del Medievo y de una visión occidentalista del arte, la estrella es uno de los símbolos más antiguos y guarda relación con la fascinación que, desde sus orígenes, ha sentido la humanidad por la contemplación del firmamento. El ser humano, diminuto ante un cosmos inmenso y desconocido, ha desarrollado diferentes interpretaciones en todo el mundo, vinculadas muchas de ellas con lo espiritual.
Desde muy antiguo se convirtió el cielo en sede de algunos seres superiores y, las estrellas, pequeñas ventanas a través de las que nos observan. También se han identificado en otros lugares como puertas a través de las que los hombres que se lo merecen (héroes, muertos ilustres…) acceden a ese espacio privilegiado. En otros casos, como los incas, identificaban las estrellas con las almas de los difuntos.
Actualmente, empleamos el dicho “ha nacido con estrella” para referirnos a una persona que tiene éxito en la vida, incluso aparentemente sin hacer esfuerzo alguno. Esta frase parte de una creencia que surgió en la antigüedad, que atribuía a los grandes hombres una estrella propia. Recordemos las palabras del evangelio según San Mateo, cuando narra la escena del viaje de los Reyes Magos a Belén, para ver al Rey de los judíos recién nacido: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle” (Mt., 2,2).
A esta riqueza de significados, hay que añadirles los surgidos de la variedad de números de puntas que puede tener una estrella. Si tiene cinco puntas, es símbolo del microcosmos humano; si tiene seis, resultado de la superposición de dos triángulos, estamos ante la imbricación de espíritu y materia; si tiene siete, superposición de un triángulo y un cuadrado, estamos ante la armonía universal… no olvidemos que el arcoíris también tiene siete colores. Y así podríamos continuar citando más ejemplos, porque otro valor añadido es el simbolismo de los números y otras formas geométricas. Tema en el que nos centraremos en otra ocasión.
BIBLIOGRAFÍA:
GIORGI, R., Símbolos, protagonistas e historias de la Iglesia. Electa, Barcelona, 2005.
REVILLA, F., Diccionario de iconografía y simbología, Cátedra, Madrid, 2018.