Fallece el príncipe Baltasar Carlos

El 9 de octubre de 1646 murió en el palacio arzobispal de Zaragoza el príncipe Baltasar Carlos, hijo del rey Felipe IV (1621-1665) y la reina Isabel de Borbón (1621-1644).

Baltasar Carlos visitó Zaragoza varias veces durante el último año de su vida. Tras la guerra de los Treinta Años (1618-1648), el rey trató de ganarse el afecto de los aragoneses trayendo a su hijo Baltasar Carlos para ser jurado como príncipe heredero en el verano de 1645.  Aquí disfrutaron del ambiente festivo, pero sin excesos, pues el fallecimiento de la reina todavía era reciente. Nuevas esperanzas se volcaron en este heredero quien parecía ser la promesa de un Austria que enderezase la monarquía y reverdeciera la capacidad de los Austrias mayores.

Tras el juramento del príncipe Baltasar Carlos en Aragón y la petición elevada por el rey a las Cortes del reino, Felipe IV y su hijo se dirigirían a Valencia y, tras pasar el invierno en Madrid, a Navarra, donde se repetirían ambas ceremonias. En Pamplona, las fiebres tercianas padecidas por el heredero retendrían al monarca, retrasando su llegada a Zaragoza, desde donde se reclamaba su presencia para avanzar en las negociaciones con los brazos del reino de Aragón y clausurar las Cortes. Finalmente, el sábado 2 de junio de 1646, Felipe IV y Baltasar Carlos entraban en Zaragoza. Durante los meses siguientes, al mismo tiempo que se desarrollaban las conversaciones con las Cortes, se avanzaría en las negociaciones del matrimonio del príncipe, quien sería comprometido con su prima Mariana de Austria. En este tiempo, volverían a  utilizar el palacio arzobispal, donde se sitúa el Alma Mater Museum, como residencia.

9 octubre vista

«Vista de Zaragoza», cuadro pintado por Juan Bautista Martínez del Mazo en 1647. Se conserva en el Museo del Prado.

Más tarde, la jornada del 5 de octubre, cuando se cumplía la víspera del segundo aniversario de la muerte de la reina, el monarca y el príncipe asistieron a los oficios en su memoria. Aquella misma tarde el heredero se sintió enfermo y al día siguiente, el sábado 6 de octubre, tuvo que quedarse en cama y durante cuatro días yacería en ella. Andrés de Uztárroz describe muy bien su enfermedad, a la que achaca fuertes dolores en los riñones y en la espalda que duraron toda la noche. Se le sangró tres veces, pero ni ventosas ni remedios pudieron con el mal.

Detalle del retrato de Baltasar Carlos en el cuadro "Vista de Zaragoza", de Juan Bautista Martínez del Mazo.

Detalle del retrato de Baltasar Carlos en el cuadro «Vista de Zaragoza», de Juan Bautista Martínez del Mazo.

Recibió la comunión y pudo confesarse con el arzobispo de Zaragoza, fray Juan Martínez, y recibió la extremaunción del Patriarca de las Indias. Mientras tanto, las procesiones de los santos, acompañadas de las rogativas del clero, se sucedían y proyectaban tanto en Zaragoza como en Madrid, para interceder ante Dios por el príncipe. La milagrosa Virgen de la Cogullada salía del convento de Jesús, del otro lado del Ebro, en dirección a la Seo de Zaragoza, al tiempo que se preparaba la procesión de la Virgen del Portillo, defensa y amparo de esta ciudad. Baltasar Carlos moría en Zaragoza la noche del 9 de octubre de 1646, a causa de la viruela que asolaba el país, tras el viático que le había administrado el arzobispo por la mañana.

El cuerpo del príncipe se instalaría en el salón grande del palacio arzobispal de Zaragoza. El rey entregó el corazón y otras vísceras a la ciudad, que fueron depositadas en el presbiterio de la Seo, en el lado del Evangelio. En 1658, esta iglesia metropolitana encargaría una placa de mármol negro para cubrir este enterramiento localizado en el altar mayor. La donación de este órgano de gran significación habría sido recibida como un gesto de deferencia y afecto por parte del monarca a la ciudad. Esta distinción volvía a evidenciarse en la elección que haría Felipe IV del prelado que acompañaría al príncipe Baltasar Carlos hasta El Escorial. El nombramiento recaería sobre fray Juan Cebrián, arzobispo de Zaragoza y primado del reino de Aragón. Sus restos mortales, embalsamados, fueron trasladados el 16 de octubre por el arzobispo de Zaragoza, don Juan Cebrián, al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Así, en Zaragoza se acabaron todas las esperanzas puestas en el joven príncipe.

 

Bibliografía: 

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