La Virgen del Pilar es nombrada patrona de Zaragoza
Según la tradición, la Virgen María vino a Zaragoza, en carne mortal, en el año 40 d.C. para animar a Santiago en su misión de predicar el cristianismo, y trajo consigo una columna de jaspe, que se conserva hoy día en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. Desde entonces, esta Sagrada Columna ha marcado la historia de Zaragoza.
El edificio que la ha albergado ha cambiado al igual que la ciudad. Desde la época romana hasta el templo que tenemos en la actualidad distintos estilos han configurado su arquitectura. Según los restos arqueológicos y los estudios sobre las costumbres de las primeras comunidad cristianes, han llevado a pensar que los primeros convertidos se reunían en el interior de las propias casas de los creyentes, donde, en una de ellas, posiblemente se levantaría un edículo en torno a la columna, y a partir de la época visigótica, en concreto con el obispo San Braulio, se construyó una iglesia a principios del siglo VII.
Cuando el rey Alfonso “el Batallador” (1104-1134) llega a Zaragoza en 1118, se preocupó por la iglesia de la Bienaventurada Virgen María debido a que “se halla en estado ruinoso por la falta de reparaciones durante el largo cautiverio (musulmán) y que carece de todo”. Por lo tanto, decidió construir una iglesia de estilo románico, que se perdió en un incendio, siendo sustituida por otra de estilo gótico mudéjar.
La importancia de la Sagrada Columna es fundamental y su imagen devocional se potencia tras el Milagro de Calanda. Este hecho tuvo lugar el 29 de marzo de 1640, Miguel Pellicer recuperó la pierna que se le había amputado en el hospital de Nuestra Señora de Gracia en Zaragoza, gracias a la intercesión de la Virgen del Pilar. La sentencia del proceso canónico dice lo siguiente:
“Decidimos, pronunciamos y declaramos que a Miguel Pellicer, natural de Calanda, de quien este proceso se trata, le ha sido restituida milagrosamente su pierna derecha, que antes le habían cortado, y que tal restitución no ha sido obrada naturalmente, sino prodigiosa y milagrosamente, debiéndose juzgar tener por milagro, por haber concurrido en ella todas las circunstancias que el derecho exige para constituir un verdadero milagro, como por el presente lo atribuimos a milagro, y por tal milagro lo aprobamos, declaramos y autorizamos”.
Sentencia del 27 de abril 1641, firmada por D. Pedro de Apaolaza Ramírez, arzobispo de Zaragoza, conclusión del proceso canónico correspondiente que fue abierto el 5 de junio de 1640.
La trascendencia del suceso, llegando incluso a la corte española y a las cortes europeas, potenció la devoción a la Virgen del Pilar que, el 27 de mayo de 1642, fue nombrada patrona de la ciudad por el Concejo de Zaragoza, y patrona del reino de Aragón en el año 1678 por las Cortes. Tal fue el aumento de las peregrinaciones, que se hizo patente la necesidad de construir un templo más grande para recibir a los fieles que acudían a rezar a la imagen.
En 1681 se colocó la primera piedra, en 1717 se allanó la plaza del Pilar y en 1754 se había terminado la mayor parte, incluidas las cúpulas. La modernización del espacio que albergaba el altar de la Virgen y la Sagrada Columna se encargó al arquitecto Ventura Rodríguez, cuya obra fue concluida en 1765, y la Sagrada Columna seguía en su sitio aunque se había movido el altar del muro norte al muro oeste. La gran cúpula central se finalizó en 1872 y hubo que esperar hasta 1961 para la ver el edificio concluido, con la última torre construida.
Bibliografía:
BUESA CONDE, D., La Sagrada Columna, el Pilar de Aragón, [Zaragoza, Alma Mater Museum, octubre – noviembre 2016], Zaragoza, Arzobispado de Zaragoza, 2016.
BUESA CONDE, D., “La diócesis de Zaragoza. Aproximación a su historia”, en VV. AA., El espejo de nuestra historia[Zaragoza, San Juan de los Panetes, Lonja, Palacio Arzobispal, 5 octubre 1991 – 6 enero 1992], Zaragoza, Arzobispado de Zaragoza, 1991, pp. 29-65.
ROYO GARCÍA, J. R., “La diócesis de Zaragoza en los siglos XVII y XVIII”, en VV. AA., Diócesis de Zaragoza. Ocho momentos de su historia,Zaragoza, Museo Diocesano de Zaragoza, 2014, pp. 185-203