Alfonso I el Batallador y la conquista de Zaragoza.
Los reinos cristianos comenzaron en el siglo VIII a conquistar los territorios de la península bajo dominio musulmán, comenzando así un nuevo proceso histórico conocido comúnmente como la Reconquista. En el caso de Aragón, podemos mencionar la batalla de Alcoraz, que se resolvió con la victoria de los cristianos y la conquista de Huesca en 1096.
Tras la muerte de su hermano Pedro I (1094-1104), Alfonso ascendió al trono aragonés como Alfonso I el Batallador (1104-1134). Siguiendo la estela de su padre y su hermano, siguió con la conquista de las plazas andalusíes. Zaragoza o Saraqusta (como era conocida en esa época) era una de las ciudades más importantes de Al-Andalus y fue el principal objetivo del rey.
Con el respaldo del Papa, que había concedido la bula de cruzada, la conquista de Zaragoza contó con mucho éxito, ya que muchos nobles franceses destinaron sus recursos a esta empresa por su proximidad, y los beneficios que reportaba. Muchos de ellos ya habían luchado con anterioridad en las cruzadas de Tierra Santa y conocían las inseguridades del largo viaje, como era el caso de Gastón de Bearn.
Poco a poco fueron acercándose a la plaza conquistando los territorios a su paso. En 1118 ya se le sitúa en el valle del Ebro, instalándose en el actual Juslibol, cuyo nombre deriva de una frase que pronunció Alfonso I al divisar la ciudad de Zaragoza: “Deus lo vol”, un lema muy repetido en la Reconquista y que otros atribuyen ya a Pedro I, cuando construyó un campamento también en Juslibol tras su conquista de Huesca y en su empeño de avanzar a tomar la plaza de Zaragoza.
En mayo de ese mismo año comenzó el asedio a la ciudad, que no acabaría hasta diciembre con la rendición de Saraqusta. Por fin, el 18 de diciembre, Alfonso I el Batallador entró triunfante en la ciudad, orgulloso de haber conquistado la plaza más importante del norte del territorio de Al-Andalus.
Os dejamos con una imagen de Alfonso I del corto “Identitas” que podéis ver en el Alma Mater Museum.