La estancia del Papa Luna en el palacio arzobispal.

Busto de san Valero, procedente de La Seo, de finales del siglo XIV. Regalo y representación de Benedicto XIII, a excepción de su nariz.

Don Pedro Martínez de Luna nació en Illueca en 1328, dentro una familia con gran influencia en la época, los Luna. Comenzó la carrera militar para después dedicarse a la eclesiástica, como era costumbre entre los hijos no primogénitos de familias importantes. Estudió Derecho Canónico en la universidad de Montpellier, donde además alcanzó el grado académico de doctor. En 1375 fue nombrado cardenal-diácono por el papa Gregorio XI, debido a su linaje y su personalidad, pero dos años más tarde, el papa Gregorio XI falleció.

En aquel momento, después de haberse trasladado a Roma la sede papal desde Aviñón, las tensiones entre Francia y el papado eran cada vez más difíciles de solventar, y tras la muerte del papa Gregorio XI, las elecciones de distintos papas que le sucedieran, primero uno en Roma y más tarde otro en Aviñón, no hicieron más que iniciar el Cisma de la Iglesia de Occidente, y los cardenales y soberanos de varios reinos europeos comenzaron a tomar partido entre ambos papas. Esta discordia duró varios años, entre los cuales Pedro Martínez de Luna tuvo un papel muy importante: primero como legado del papa de Aviñón Clemente VII en algunos de los reinos europeos, y segundo cuando, a la muerte de Clemente VII, fue nombrado sucesor del papado de Aviñón.

La situación seguía siendo muy tensa tanto para cardenales como para soberanos y los conflictos entre unos y otros cada vez se acrecentaban más, llegando a haber en el mismo tiempo tres papas con sus respectivos apoyos y enemistados entre ellos.

En los últimos años de su papado, Benedicto XIII, que cada vez contaba con menos seguidores, tuvo que huir a Aragón, gracias a la ayuda del rey Martin I el Humano. Llegó a Zaragoza en diciembre de 1410 y durante varios meses se alojó en el palacio arzobispal, donde se encuentra el museo Alma Mater,  antes de emprender su último viaje a Peñíscola, donde descansaría en el castillo de la ciudad hasta el final de sus días.

Como curiosidad, Benedicto XIII se negó rotundamente a ser cesado de su puesto y repitió continuamente “Papa sum et XIII”, lo que daría lugar a la frase “mantenerse en sus trece”.

Os dejamos con una imagen del busto de san Valero que se conserva en La Seo. Es de finales del siglo XIV, regalo del propio Benedicto XIII, y es su propia imagen a excepción de su nariz, que debía ser aguileña pero el propio Papa Luna quiso que se representara de forma distinta.