Alfonso I el Batallador en el Museo Alma Mater.
En septiembre de 1134 muere Alfonso I El Batallador en Poleñino, debido a unas graves heridas de guerra, aunque finalmente fue enterrado en la Abadía de Montearagón. Un mes y medio antes de su muerte, en julio, el rey Alfonso es herido en la batalla por defender Fraga ante los almorávides que intentaron reconquistar la villa de nuevo, y así lo hicieron.
El rey murió sin descendencia y su testamento fue muy polémico. Dejó sus posesiones a las tres órdenes militares presentes en Aragón: la Orden del Temple, la Orden de San Juan de Jerusalén y la orden del Santo Sepulcro.
Fue una época de mucha tensión, que acabó con la invalidación del testamento y con la sucesión de su hermano el rey Ramiro II el Monje. Pero el comienzo de su reinado no fue nada fácil. No todos los nobles estaban de su parte y decidió tomar las riendas del asunto. Hizo llamar a los nobles con la excusa de que estaba construyendo una campana que se oiría en todo el reino. A su llegada, decapitó la cabeza de varios de esos nobles que se oponían a su voluntad, sofocando la revuelta. Esta historia daría lugar a la leyenda de La Campana de Huesca, pero de eso, hablaremos más detenidamente otro día.
Os dejamos con el detalle de la entrada por donde el rey Alfonso y el obispo Pedro de Librana entraban en el siglo XII a la casa del Obispo, donde actualmente se encuentra la recepción del Museo. En su origen fue un torreón románico construido pegado a la muralla. En nuestras visitas guiadas, os descubriremos más acerca de la Historia de Aragón.