En la Edad Media jugaban todos.

Una de las cosas que dan sentido a los lugares históricos, es entender cómo se vivía en ellos. Así comprendemos mejor nuestro presente.  En el palacio arzobispal vivieron  reyes y arzobispos, pero también dio cabida a aquellos miembros de la corte que formaban parte del día a día de quienes ocupaban el poder, viajeros, visitantes excepcionales… Y “casi” todos ellos, grandes y pequeños, jugaban. Y lo hacían de diferentes maneras, ya que la fiesta era parte de la vida, y el juego lo era de la fiesta.

En los talleres infantiles de estos días, los niños van a conocer algunos de los juegos más conocidos de la Edad Media, y nosotros, vamos a acercaros con un unas líneas, algunos  datos curiosos que siempre es interesante conocer.

Todos hemos jugado alguna vez al ajedrez, a las damas, a los bolos, al fútbol, o a las cartas… Para entender su origen nos remontamos en algunos casos a la Edad Media, e incluso, a la Antigüedad, ya que muchos de estos juegos surgieron, entre otras cosas,  como una manera de canalizar tensiones y conflictos, preparar a los niños y jóvenes para la edad adulta o, incluso, el interés por parte de una comunidad de que le reconozcan sus virtudes.

En el siglo XIII el rey Alfonso X el Sabio escribe “Libro de los juegos de ajedrez, dado y tablas”, y en sus páginas nos cuenta: “Dios quiso dar a los hombres toda clase de alegrías en la vida para que, disfrutando de ellas, lograsen soportar mejor las penas y trabajos que pudieren sobrevenirles.” Este rey recopiló en sus escritos lo que la España cristiana aprendió del juego del ajedrez de la España musulmana, ya que se creó mucho antes, siendo en esencia un aprendizaje de las destrezas y conocimiento que debía poseer un caballero desde la Antigüedad.

Dentro de los juegos que podían servir para aprender estrategias y practicarla encontramos otros muchos ejemplos, algunos para practicarlos en el interior de los hogares, y otros muchos, en el exterior. Es el caso del salto, la carrera, la halterofilia o la lucha corporal con armas. Estos últimos, de origen clásico, eran aceptados por algunos personajes eclesiásticos de gran trascendencia, como el obispo visigodo Isidoro de Sevilla, ya en el siglo VII.

Pero había otro tipo de juegos que no eran tan bien vistos, al menospreciar al prójimo y a Dios, como es el caso de los dados, de origen clásico, o los naipes, conocidos desde el siglo XIV. Este tipo de juegos fomentaban la blasfemia, la ruina de muchas familias, la usura, así como el desorden público con enfrentamientos callejeros. Por este motivo, la Iglesia los ha condenado a lo largo de la historia, y las autoridades empezaron a ejercer control sobre su práctica y cierto provecho, ya que en la Baja Edad Media europea, los municipios tuvieron a su cargo la regulación de estos juegos del azar, por delegación regia, obteniendo de su práctica un beneficio fiscal, y reduciéndola a lugares controlados por ella, como las salas de juego o tafulerías.

En definitiva, podemos ver todo un tejido lúdico forjado a lo largo de los siglos, reflejo de las particularidades locales de cada zona, y disfrutado por todos de una forma u otra, ya que aunque había juegos como el ajedrez, pensado más para las élites, había otros que os podían practicar todos, como las danzas, la música, los juegos de palabras, de pelota, o un juego francés, la soule, precursor del fútbol, en el que el balón era una bola de madera, o cuero relleno de musgo y salvado, que podían practicar todos.  Pero eso sí, en momentos concretos, como los domingos, los días laborales cuando ya se ha ido la luz y no se podía trabajar.

 

AJEDREZ MEDIEVAL