AMARILLO, ¿LUZ DIVINA O EL COLOR DE LA TRAICIÓN?

AMARILLO, ¿LUZ DIVINA O EL COLOR DE LA TRAICIÓN?

Amarillo indio, amarillo Nápoles, amarillo de plomo, amarillo guatagamba, amarillo cadmio, amarillo de cromo, amarillo dorado, amarillo imperial, ocre amarillo, amarillo zinc… y así podríamos seguir hasta citar más de veinte tipos de amarillo. Cada denominación hace referencia a un matiz diferente de uno de los tres colores primarios y uno de los colores con significados más contrapuesto, así como a momentos históricos y procedencias muy diversas.  Todo depende del matiz y de su contexto. Por su riqueza simbólica lo hemos elegido para comenzar una de las series temáticas nuevas que estrenamos este mes en nuestro blog.

El beso de Judas, Giotto, 1304-1306.

Al ser uno de los colores primarios, junto al azul y el rojo, es un color que está presente en la totalidad de las obras pictóricas del museo. Incluso podemos observar un cuadro sin ser consciente de ello, ya que, muchas veces, forma parte de mezclas muy sutiles. Es por la riqueza de los matices que puede aportar a cualquier color, e incluso la diversidad de amarillos, por lo que los significados que aporta a la narración del cuadro, pueden ser muy dispares.

Detalle de San Martín de Tours, Blasco de Grañén, s. XV.

Observemos, por ejemplo, los fondos y los nimbos de santidad dorados de las obras de Tomás Giner y Blasco de Grañén, dos de los artistas más representativos del arte gótico aragonés del siglo XV, cuyas obras están expuestas en las salas IV y IX del museo. En ambos casos se ha conseguido al aplicar pan de oro sobre la superficie de madera imprimada. En el caso de los fondos dorados, recrean en las tablas góticas un ámbito sagrado, al ser una representación de la luz divina. Este mismo vínculo con lo divino aparece en las aureolas o nimbos integrados en la representación de santos, la Virgen, Cristo y los ángeles. Presentes en el arte cristiano desde el siglo V, representa de forma simbólica, la iluminación de Dios.

Algo muy diferente sucede si observamos otros tonos como el amarillo empleado como símbolo de la traición, con un tono más apagado, como podemos ver en la túnica de Judas Iscariote pintado por Giotto en “El beso de Judas” (1304-1306). Este referente de la pintura de la pintura renacentista italiana  empleó el significado negativo de este color, al igual que hizo la Inquisición, que vestía con túnicas amarillas a los herejes que iban a la hoguera.

Sala IX de Alma Mater Museum, con obras de los principales artistas aragoneses del siglo XV.

Este color, al igual que otros muy diferentes, como le azul ultramar, nos permiten viajar a tiempos y lugares remotos, si ahondamos en su origen. Es el caso del amarillo gutagamba, extraído de la resina solidificada de un árbol asiático. Con él viajamos hasta Camboya, topónimo del que deriva la denominación de este tipo de amarillo y que nos delata su procedencia, al llegar a Europa a través de la Compañía de las Indias Orientales, en torno a 1615. Así, mientras que en el Lejano Oriente lo podemos ver en obras del siglo VIII, en Occidente habrá que esperar a los artistas barrocos para verlo en sus paletas. Así que, quién sabe si está oculto en algunas de las mezclas de  colores presentes en los cuadros de Francisco Bayeu o Goya que podemos ver en la colección permanente del museo.

 

BIBLIOGRAFÍA:

BALL, P., La invención del color, Debolsillo, Barcelona, 2009.

HELLER, E., Psicología del color, G.Gili, Barcelona, 2004.

St.CLAIR, K., Las vidas secretas del color, Macrolibros, Valladolid, 2016.