Una fachada con doscientos años de historia.

Concluimos hoy esta serie de publicaciones en la que hemos descubierto cómo transcurrieron los trabajos de restauración del palacio arzobispal. Este proceso permitió la apertura del Alma Mater Museum en la zona más antigua del edificio, por lo que, además, hemos conocido un poco la historia de sus espacios. Tras recorrer por completo el interior del museo, nos acercaremos a la fachada de la plaza de la Seo, que no precisó una restauración importante en la pasada década, aunque se originó hace más de doscientos años.

Frente a la fachada que se eleva sobre la ribera del Ebro, de la que conservamos dos magníficos testimonios de su pasado en las vistas de Zaragoza realizadas por Anton van den Wyngaerde y Juan Bautista Martínez del Mazo en los siglos XVI y XVII, no conocemos el aspecto del edificio visto desde la plaza de la Seo hasta fechas más recientes, pero sí se tienen algunos datos.

Fachada sur del palacio arzobispal, en la plaza de la Seo.

Fachada sur del palacio arzobispal, en la plaza de la Seo.

La historia de esta fachada comienza con la llegada a Zaragoza del arzobispo don Bernardo Velarde y Velarde (1779-1782), un prelado muy preocupado por la situación de los más desfavorecidos, que trató de paliar la falta de trabajo en la ciudad con la construcción de una gran escalera imperial que proporcionase un acceso más directo a la zona institucional del palacio desde la entrada en la plaza de la Seo. Su sucesor, don Agustín de Lezo y Palomeque (1783-1796), decidió continuar la actividad constructiva, dejando el control de las obras en manos del ilustrado Ramón de Pignatelli. Además de modernizar el palacio, se pretendía reorganizar los espacios cercenados en la construcción de la escalera, que había hecho desaparecer estancias administrativas y privadas. Se emprendería entonces la construcción de una fachada neoclásica, encargada al joven arquitecto del cabildo, José de Yarza y Lafuente, y al maestro de obras del ayuntamiento, Agustín Gracián; también se ornamentó la fachada del Ebro, y se adaptó el jardín para el paso de vehículos.

Con las obras desaparecen las construcciones precedentes que formaban una fachada retranqueada, como el torreón construido en 1580 por don Andrés Santos (1578-1585), un torreón que lucía las armas del prelado y que serviría de modelo a otros proyectos de la época. El mitrado también contribuyó a modelar la fachada del palacio cuando, un lustro más tarde, satisfizo la demanda del rey Felipe II (1556-1598), que quería asistir con frecuencia a los oficios durante su estancia en Zaragoza, y ordenó realizar un pasadizo desde la torre, que comunicaría el palacio arzobispal con la catedral. Así, posiblemente, se reedificaría un arco bajomedieval. También desapareció entonces la fábrica del arzobispo don Antonio Ibáñez de la Riva (1687-1710), que había reformado el muro y colocado sus armas sobre la antigua entrada principal.

La nueva fachada neoclásica alinea los accesos al palacio, en la plaza de la Seo y en la calle del Sepulcro, ante el muro de la Parroquieta. Se concluyó en 1787 tal y como indica la cartela bajo el escudo del arzobispo Lezo y Palomeque, sobre el balcón. Fue construida en ladrillo, sobre un basamento de piedra, material que también enmarca las puertas y ventanas, y forma el alero. Entre la sucesión de ventanales destacan los dos accesos, flanqueados por columnas que sostienen los balcones abalaustrados.

Arco del Arzobispo en las primeras décadas del siglo XX. Fuente: Zaragoza Ayer y Hoy.

Arco del Arzobispo en las primeras décadas del siglo XX. Fuente: Zaragoza Ayer y Hoy.

Tras la Guerra de la Independencia se realizaron numerosos trabajos de reparación en el edificio, ya que la artillería descargada por las baterías francesas desde el otro lado del río, alcanzó incluso la cubierta del arco del Arzobispo, sobre la calle del Sepulcro. El arquitecto José de Yarza y Lafuente, quien había proyectado la escalera imperial y la fachada, fue el encargado de estudiar los deterioros.

La última modificación importante tuvo lugar hace casi medio siglo, cuando se efectuaron reformas en la Seo y fue derribado el arco del Arzobispo, el 2 de julio de 1969. Este paso cubierto contaba con seis ventanas, tres a la plaza de la Seo y tres hacia la plaza de San Bruno, y estaba coronado por una balaustrada. Todavía muchos zaragozanos lo recuerdan, así como el cierzo que corría a través de él.

Para concluir, nos gustaría citar las palabras recogidas por Pascual Madoz en su diccionario a mediados del siglo XIX, que alaban la belleza del edificio a la vez que resumen nuestro paseo por la historia de las estancias palacio arzobispal:

“La majestad de este palacio, la solidez de su construcción, la grandeza del edificio, la hermosura de sus salas y otros aposentos para verano e invierno, la frescura de sus cuartos bajos, la templanza en los entresuelos, la comodidad de los cuartos altos, la riqueza de las techumbres tan artificiosamente labradas y adornadas de trabajados artesones, lo hacen tan grandioso que sin ponderación puede decirse que es uno de los mejores que habita prelado alguno en España.”

 

 

Bibliografía:

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BUESA CONDE, D. J., “El Palacio Arzobispal de Zaragoza según un plano de 1777”, Aragonia Sacra, núm. XXI, Zaragoza, Arzobispado de Zaragoza, 2011, pp. 57-94.

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XIMÉNEZ DE EMBÚN Y VAL, T., Descripción histórica de la antigua Zaragoza y de sus términos municipales, Valencia, Librerías París-Valencia, 1993.

“¿Conociste el Arco del Arzobispo? Mira dónde estaba:”, en Zaragoza Ayer y Hoy: http://www.zaragozaayeryhoy.com/conociste-el-arco-del-arzobispo-mira-donde-estaba/