A Ernesto Meléndez.

Ernesto Meléndez participando con el resto de compañeros de Casa de la Iglesia, en una visita-taller en el museo, para celebrar juntos el aniversario de Alma Mater Museum.

D. Ernesto Meléndez participando con el resto de compañeros de Casa de la Iglesia en una visita-taller en el museo, para celebrar juntos el aniversario de Alma Mater Museum.

La realidad se convierte en un ser falaz para encubrir una tragedia. Así sucede cuando una persona con buen corazón y buenos hechos, se va de una manera demasiado temprana e injusta. La razón se esfuerza por entenderlo y sólo lo consigue en pequeñas ráfagas de tiempo, mientras la pena y la desazón se agolpan en nuestro interior, intentando ver con claridad el camino.

Apenas han transcurrido tres semanas desde que D. Ernesto Meléndez, ecónomo diocesano del arzobispado de Zaragoza,  se fue de nuestro lado el pasado 22 de agosto, de una manera tan inoportuna y desafortunada, que cada rincón del museo espera todavía oír sus pasos.

El arzobispo metropolitano de Zaragoza, monseñor Jiménez Zamora, afirmó que el corazón de Ernesto se había desgastado de tanto servir, “porque un corazón sangra por donde ama”.  Y en ese servir lleno de amor apostó por este proyecto apasionante que se llama Alma Mater Museum, uno de sus muchos y valiosos legados, tras una vida de entrega y trabajo. Por eso, desde nuestro más sincero afecto, y aunque nuestra razón siga sin creerse lo sucedido, le damos la gracias por habernos dejado formar parte de este sueño con forma de museo, que él mismo quería que fuese un espacio con cabida a todos y para lo que día a día trabajamos y seguiremos haciéndolo, manteniéndolo vivo en cada nuevo capítulo de su historia.