Una fachada con historia.

Un elemento importante de todo edificio es su fachada, ya que es la parte de la construcción que se muestra a los viandantes, que lo individualiza y le confiere carácter con su composición y su decoración.

A pesar de que las primeras ampliaciones de las Casas del Obispo determinaron que el edificio creciese hacia la catedral del Salvador, durante varios siglos, y hasta la construcción de la fachada neoclásica que mira a la plaza de la Seo, la fachada principal del palacio arzobispal se localizó en su lado norte, hacia el río. En la profunda transformación que sufrió el palacio en tiempos del arzobispo don Hernando de Aragón (1539-1575), la construcción se amplió hacia el Este y se levantó la planta noble del palacio renacentista, quedando configurada la fachada de ladrillo que daría la bienvenida a todo aquel que se aproximase a la ciudad cruzando el puente de Piedra. Por esa razón, esta quedaría inmortalizada en importantes fuentes para el conocimiento de la historia de nuestra ciudad, como son las vistas de Zaragoza realizadas por el dibujante flamenco Anton van den Wyngaerde, en 1563, y por el pintor Juan Bautista Martínez del Mazo, en 1647.

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Detalle de la vista de Zaragoza realizada por Antón van den Wyngaerde en 1563, conservada en la Österreichische Nationalbibliothek de Viena.

 

 

La vista del siglo XVI nos muestra el aspecto de la fachada renacentista, con planta baja, planta noble con grandes ventanales, y galería superior, así como el torreón que se eleva en su extremo este. Algunos cambios se aprecian en la pintura de Juan Bautista Martínez del Mazo, donde se ha edificado otro torreón al Oeste y se ha modificado la disposición de los ventanales. Este muro del palacio sería reformado de nuevo en el siglo XVIII, dos décadas antes de sufrir importantes daños por las baterías francesas durante los Sitios de Zaragoza (1808-1809), al cobijarse en el palacio el cuartel del General Palafox. El deterioro del edificio tras la guerra hizo necesarias nuevas reparaciones, recuperando la fachada su aire renacentista en la restauración efectuada en los años setenta y ochenta del pasado siglo.

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Detalle de Vista de Zaragoza realizada por Juan Bautista Martínez del Mazo en 1647, conservada en el Museo del Prado.

 

Tiempo después, a la hora de proyectar el acceso al museo, se planteó devolver a la fachada el protagonismo que esta tuvo en el pasado, abriendo la entrada al museo en el paseo Echegaray y Caballero, aunque posteriormente se habilitó otra entrada en la plaza de la Seo. Al sanear la franja de terreno que quedaba tras el cercado en las labores de restauración del edificio, se instaló una rampa que hoy permite el acceso al museo a todo aquel que pasea por la revitalizada ribera del Ebro.

Bibliografía:

BOROBIO SANCHIZ, J. y BOROBIO SANCHIZ, S., Museo Diocesano de Zaragoza. Biografía de una restauración, Zaragoza, Museo Diocesano de Zaragoza, 2011.

BUESA CONDE, D. y BOROBIO SANCHIZ, J.,  “El Museo Diocesano de Zaragoza. Su proceso de creación”, Artigrama, núm. 29, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, Departamento de Historia del Arte, 2014, pp. 37-64.

CHIRIBAY CALVO, R., “El Palacio Arzobispal de Zaragoza”, en: Álvarez Gracia, A. [et al.], La plaza de la Seo. Zaragoza. Investigaciones histórico-arqueológicas, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, Sección Municipal de Arqueología, 1989, pp. 45-60.

XIMÉNEZ DE EMBÚN Y VAL, T., Descripción histórica de la antigua Zaragoza y de sus términos municipales, Valencia, Librerías París-Valencia, 1993.