Un Goya en el Alma Mater

La carrera artística de Francisco de Goya (1746-1828) es ampliamente conocida, aunque quizá no lo sea tanto un difícil periodo de su vida. Al más famoso pintor aragonés, natural de Fuendetodos, le costó mucho trabajo hacerse un hueco en el mundo de la pintura al no destacar en sus comienzos por ser un artista habilidoso, pues se inició tarde en la pintura y no pasó en dos ocasiones el examen para obtener el título de Maestro.

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Cuando ya era un artista de éxito, y residía en Madrid, a los 44 años comenzó a sufrir los primeros indicios de una grave enfermedad que marcó su duro carácter. Los tempranos síntomas eran temblores y mareos, pero tres años después, en 1793, cayó gravemente enfermo durante un viaje a Sevilla, de manera que tuvo que ser trasladado a casa de un amigo gaditano. Todavía no se conoce el mal que padecía, aunque se ha planteado la posibilidad de que fuese sífilis o hemiplejia, aunque es probable que padeciese saturnismo, una enfermedad frecuente en los artistas del siglo XVIII. Se trata de un envenenamiento provocado por el alto contenido de plomo que estaba presente en altas cantidades en los pigmentos que utilizaban, o podría deberse al mal estado del metal de los utensilios con los que se cocinaba. Por esta enfermedad pasó mucho tiempo en cama en estado grave, se recuperó lentamente y jamás se superó la sordera, para la que incluso recibió un tratamiento de electroterapia.

Su dolencia no le impidió continuar con su carrera artística, llegando a ser nombrado en 1799 primer pintor de Cámara, poco más tarde llevaría a cabo el retrato del arzobispo Joaquín Company que puede contemplarse en el Alma Mater Museum y del cual os mostramos un detalle.